Preciosos aros que caín en el pasado
los años, rendidos bajo su mirada
los labios de ella en los prados descansaban
mis manos oscilantes entre la música vivían.
Algunos de aquellos, que en la mente saltaban
los años y más años pasaban, el ruido incesante
las calles llenas de poesía libre, de mujeres desnudas
de bohemia perdida, mis cosas no tenían nada.
Mis gritos tirábamos, mis piernas corrían
las veredas detrás parecían, el infierno vagabundo que nos miraba
los palos que caían en nuestras caras, la ropa rara y los collares negros
las prostitutas bailando en la almeda, las prostitutas bailando en el agua.
Los afiches encarcelados en las paredes, las pinturas de vaginas comprimidas
la música que desde el fondo, con maquiavélica intención, nos miraba
el piso y las drogas, las que a aquellos años, los volvían bicolor, bisemanal, bisexual
el agua refrenada en las garganta con sangre, la que el cerebro destruía
¿Y a donde se fueron los años?
¿Y que fue de la música que nos miraba?
¿Y las mujeres desnudas de las calles?
Aquellas que amaban las corridas, las saltadas, los mundos paralelos, la noche
los exquisitos sentidos de razón ilimitada, en donde una ves más, solo vivíamos.
Vivíamos como era nuestra mundo, y como siempre quisimos. Amén.