sábado, 18 de julio de 2009

Dias de Semana


En la entrada del closet, colgaba en la pared la zombie camisa de antaño, la mire en un pequeño espacio y me dije para mi: "¡eh, aquí estabas!"... la descolgué y pude ver aun mas sus manchados y tristes perfiles veteranos, que la hacían lucir desgastada, pero daba igual, en algún tiempo fue una de mis camisas favoritas, no se iba a acabar el mundo por usarla un día, la planche como una madre, y me la puse sobre el cuerpo medio húmedo, sentí un suave desliz sobre mi piel que me hizo sentir casi magicamente cálido...


Recordé las llaves sobre el televisor, y la taza de leche con café, humeante en la cocina, aquel olor me recordaba mi niñez...el pan que ya tenia un sonido de pan, y la margarina congelada que era mas dura que la cosa de todos los días...así transcurrían 15 minutos en los cuales se me escapaba el olor y el momento.



Si bien sabido es que el transporte pùblico no es lo mejor del mundo al menos sirve para mirar gente nueva cada mañana, ver rostros distintos y ver modas superficiales, hasta ver lindas féminas, que subían apuradas de la vida, sin darse cuenta de que al menos 5 o 6 caballeros(incluyendome) habían admirado lo inevitable...



Me sentaba mientras el movil avanzaba entre las calles y se movía deslizándose y zigzagueando entre los principios de la moral y la responsabilidad...si tal hecho es posible en Lima...entonces una vos chabacana y canchera, anunciaba casi gritando, los destinos finales de todas aquellas personas que viajábamos, como si ese fuera la muerte de nuestro viaje; el descontrolado y abrupto rompimiento de nuestro frágil momento y recuperación permanente de los minutos que faltaron soñar...


Alzar en ese entonces la mano se convierte en algunos casos la base de la supervivencia y la base de la sociedad, decir casi en un sueño y letargo: "Bajo en la esquina", se convierte en una odisea digna de Homero, es un momento admirable en el que se puede ver como interponer el placer por el deber, y obligarnos a nosotros mismos, contra nuestra voluntad a levantarnos de la comodidad y el calor, para salir al frìo y ese gris deprimente de todos los días de invierno, mirar resignados el umbral de la desolación y caminar como un condenado hacia ella...


Entonces pongo a prueba mi nobleza y mi valentía, arrastrando como muerto mi sobreviviente cuerpo, y valbuceando mis ultimas palabras deposito en la muerta caja electrónica un: "Soy Giordano, porfavor abre la puerta del almacén"