Me decido por la vehemencia de su mirada,
de entre las voces de sus ojos,
los distantes purpuras de la noche,
su olor se desprende entre la ventana,
mira,
y no se a quien, observa cautelosa,
casi ensimismada,
pero recurrente a su aparato,
vuelve los ojos y me ve,
¡que felicidad!
su rostro arquitectónico, de gris pálido
casi perfecta en su estancia,
sentada
encuentra tal ves el sin fin de las notas danzantes que de mi cabeza ya divagan
ella es, si no
una diosa
pero,
no da cuenta
solo vuelve la mirada quieta, calma
me mira ocasionalmente
me sonríe,
pero ya no es mi diosa perdida,
ahora siento que ya la conozco
que ya no es tan mística,
que solo masculla cosas de su aparato,
alza la mano, y habla,
se va, se ha ido
y nuevamente ella no cree
pero entre mis ojos se queda el candor de una mirada
una primera mirada
súbita claro, como el fervor abstracto de una devota
de un resto distante,
de una palabras que bailan conmigo
se ríen, no hablan,
nunca dijeron nada...