domingo, 15 de abril de 2012

Fidel y Soledad


Me decido por la vehemencia de su mirada,

de entre las voces de sus ojos,

los distantes purpuras de la noche,

su olor se desprende entre la ventana,

mira,

y no se a quien, observa cautelosa,

casi ensimismada,

pero recurrente a su aparato,

vuelve los ojos y me ve,

¡que felicidad!

su rostro arquitectónico, de gris pálido

casi perfecta en su estancia,

sentada

encuentra tal ves el sin fin de las notas danzantes que de mi cabeza ya divagan

ella es, si no

una diosa

pero,

no da cuenta

solo vuelve la mirada quieta, calma

me mira ocasionalmente

me sonríe,

pero ya no es mi diosa perdida,

ahora siento que ya la conozco

que ya no es tan mística,

que solo masculla cosas de su aparato,

alza la mano, y habla,

se va, se ha ido

y nuevamente ella no cree

pero entre mis ojos se queda el candor de una mirada

una primera mirada

súbita claro, como el fervor abstracto de una devota

de un resto distante,

de una palabras que bailan conmigo

se ríen, no hablan,

nunca dijeron nada...