jueves, 17 de junio de 2010

Relato perdido del Recuerdo


Las luces tibias de los quietos silencios,

las luces tibias que dejaron el tiempo,

anécdotas perdidas del silencio detenido,

la falda color rosa de aquellos infames sedientos,

la libertad de sentir el aire

siempre pegando el color en el viento,

luz tenue de algún lugar encontrado, mesa sonriente;

las asiduas servilletas que no dejaron espacio,

escribir, y relatar,

el lápiz perdido en Tierra Santa,

de aquellos espécimenes caídos en bolsas plásticas,

arrojados, oscuros, sobre el matorral seudo campestre,

que inventaron a lado de mi casa;

que despellejaron, ajenos claro, al ferviente devoto,

ese que con cánticos mañaneros nos sacaba calientes de nuestras camas,

y gritaba despacio : "Esas arañas del gobierno",

pantalón abajo, mostrando, cual animal enmarañado,

la comidilla espesa, de la mujeres viejas del mercado,

de los chiquillos rojos, de el espacio-tiempo, que existía con el día.


Fueron comida ajena, en bidones secretos bajo la cama,

¿Sería acaso el olor humedad?,

el que los arrebato del agua turbia, el que dijo que no al escape,

agarrados de los pelos, trepados en cualquier parque sin ciudad,

los abrigos fuertes del closet, posición de adviento precavido,

las luces, otra vez, más fuertes que nunca,

las naranjas mujeres de aquella bajada,

imperdible lujuria de las corbatas mas caras del medio,

de los abortos perfectos para el secreto familiar,

de esas rubias suicidas que cobran caro;


Perdido, sediento cada vez más en su perdición,

escueto, cada ves más de su actos; loado,

sea el hombre, que como él, vendió su libertad,

que esas bocas insignificantes de los albores revolucionarios, sellaron

que no dijeron más de lo que vieron,

la perseverancia de los tiempo afines,

los trabajos sucios debajo de la escalera,

la enferma silla inédita, que tantas canciones fue hilando,

tejió una capa, un escudo,

a las jóvenes caras de esos conciertos,

de esta ciudad enferma de perdición milagrosa,

que, cual puta desgarrada,

te brinda su último orgasmo, aun precio que puedes pagar,

aún precio manchado, claro, de un ruin secreto :

"No ves más allá de lo que quiero que veas".


"Vamos al infierno. Vamos al cielo,

odio, lujuria, tristeza y soledad hay caminando por la ciudad"