viernes, 25 de junio de 2010

La sombra imprevista de Ella, Sí ella


Los cabellos caídos se me van de los días supremos,

la larga lista de nuestras verdades, no dijo que hacer

no nos dijo que teníamos alma para un tiempo,

que el sol no quemaría más, del calor que hace hoy aquí

que el sudor recorrido, desnudo, se iba durmiendo en las manos

que las espaldas, perfecta lujuria sedosa,

se nos abrirían hambrientas,

se destacaría el pudor de los años,

el viento de nuevo, de nuevo, de nuevo


¡Corre, corre, corre!


Corre en jardín muerto de flores mojadas,

dejadas ideas de amargo número perdido,

abdicado secreto risueño de ella.


¡Ayayay!


Mis leídos caídos, el volátil ojo de Mónica,

el que en las tardecitas de café espumoso de la vieja,

se escapaba, cual fiera, a comerme vivo entre las sábanas

a devorar el temple astuto de un pardo sentimiento,

de un tiempo, sin lugar en el recuerdo.