martes, 7 de septiembre de 2010

Diábolo


Me pierdo.

Y perdido como estoy, soy alma en el viento,

denudo total de mis enigmas, de mis entradas

y de mis salidas,

de todas ellas,
todavía quedan,

Me pierdo.

Porque soy endeble,

y el frío asiduo de las calles enteras me protege,

la escabrosa desidia de las formas,

me llama,

el anécdota de los tabloides me intimida,

soy como esas canciones retro,

sin un día más,

sin princesa absurda del arrebato unido,

es triste,

veo las noticias de las cinco,

y el desayuno del rey andante,

y esos ojos

(mírate)

(no, mírame tú)

...

En las calles, soy sincero

divago al son de la vida

el turbio recelo de la horas expectantes,

mesas y cafés,

el frío perenne que espera la muerte,

el sin sazón,

los pies al tercio de la nota,

y las manos recias de los orines en la pared,

los tatuajes, esos no,

las luces naranjas de los amarillos postes;

soy costumbre la raza,

animal encadenado de la risa maléfica,

común humano descerebrado que camina.

Lloré, como el mundo lo hubiera querido,

tu sabes, el sí predispuesto de mis espermas,

ellos que se batieron,

se pelearon y cayeron,

tu sabes, el día caluroso de las mesitas con café,

de los restaurantes,

de la comidilla,

de "Manchas", mi perra.

El predispuesto sitio insólito,

de tus caritas lindas, de tus piernas cerradas,

y de tus ojitos abiertos,

amén de que así no sea.