lunes, 2 de agosto de 2010

A Colores


Cierro el camino de lo infinito,

soy como los ápices de esa felicidad vieja,

las arrugas del oloroso perfecto,

soy dueño, pero muerto

soy el dormitar de los bebés;

Cierro eso, como cerraste la puerta en mi cara,

cierro el cojín amigo de las piernas abiertas y las poses,

el café, hijo de puta, de los inviernos pétreos

y el dolor tan grande, el del muchacho vacío de desierto;

Cierro presumido mis amigdalas y mis rodillas,

los errores e imprudencias de tus días,

la sangre en la antigua vejiga de las calles enfermas,

y con razón, fe y escorbuto crónico de tu saliva

cierro el corazón pasible y predecible,

de tal mujer en comparación,

me cierro, capullo insolente de respuestas cromatizadas,

inscribo, y describo el sucio fortuito de nuestras pasiones,

despido y contrato, hablo despacio, grito;

Cierro el cierre de la bragueta perdida en la tarde,

la del sol del rock´n roll que me silbaba por la ventana,

en la guitarra desafinada,

en la cuerda estrangulada,

en el cuello de ella, en la celebración

en el rodaje perfecto de un accidente tétrico

en el hijo maldito, de un amor violento,

Cierro eso con el mensaje idóneo, de una nueva crisis en mi vida.