sábado, 22 de mayo de 2010


Reteniendo el placer de los ojos en el tiempo

silencio en el infierno andante, las manos en el aire

las piernas desnudas de los días malvados, sin misericordia

delante tuyo los ojos mugrosos de las noches inacabables;

sus cabellos en sus labios negros, los de ella

el mundo parado debajo de la almohada,

llantos caprichosos de madrugada eterna,

canta el gato muerto de los idiotas rotos,

la saliva pendiente, bailando el paso de sus senos;


Similitud entre su alma y las luces de la vida.


El error de mis ojos, sostenida por un instante en el espacio

con las manos agarrando,
con los ojos derretidos de la primera idea,

regresa como quieras, sin alma verdadera, sin mundo caído

mis letras impresas cantan por sí solas en las noches efímeras de las ciudades más grandes

como quiera, que sea;


Como guste el diablo que hables, de detalle certero de nuestros pasos,

sin música más de fondo, cerca de tu final,

abres el mundo, para entrar a discreción;

abres las horas sin silencio ni memoria, solo con risas,

las que se van cayendo de la cama,

¿Eléctrico amarillo de liquido vital?


Y a cada paso vas cayendo, y cayendo,

y cayendo sobre los huesos rotos

de las memorias constantes de nuestros años anteriores,

los que no más existieron en nuestras ropas,

aquellos fríos de las tardes más dulces, más pervertidas,

sin humo, sin manos, sin gritos ni risas.


Quédate con el alma del eléctrico amarillo.