martes, 9 de marzo de 2010

Verdad


Los silencios blancos, la incógnita de creerse un cuento

el sabor que deja los besos que no quieres, perderse

despertarse, es horrible, si se cree que el mundo no tiene salida

la luz del sol escapa por la ventana, los recuerdos en la mente

las noches que pasaste hecho un muerto, y los gritos de la calle

los pantalones de la lima estruendosa, los aplausos de las guitarras

mis eternos choques de irreverencia, el escándalo mismo de un tiempo sin futuro

el carnaval libidinoso, de un tenebroso inmediato, sin lugar a donde correr


¡Y nos volvimos locos!...¡locos!


Pasar encima de las cabezas del alto poder

reír de la mierda escrita en un libro, y de las radios enfermas

del gobierno campirano, discutirlo en el remanso de unas piernas blancas

las opciones son pocas, el trío espiritual, te pone a buen recaudo

pero te deja sin vida, sin pecados, y sin libertad.


Los culpables de las calles del centro, y como rezaba el salmón

"espero no haber hecho mal a nadie, necesitaba ser libre"

y si los idiotas de allá afuera nos enseñaran a vivir, que sería

del mundo sin probar el sentido de los días y las noches

sin acariciar el cielo, para estrepitosamente caer

para amar el momento, sin pensar en el segundo que viene después.


Y los sustos de las horas, rezando allá tu vieja, por ti

mientras saltabas en los diarios amarillistas, y te reías de las propagandas sistema

mientras vestías raro, y escuchabas gritos en el mp4

los odiosos sitemas, rezabas, y te reías

y la gente que pasaba a tu alrededor, ni siquiera te miraba

pero necesitabas ser visto, solo para volver a insultar

para volver, y volver por eso, que nunca pudiste encontrar.


Y te despertaste un día, herido por todos lados, volviste

pero no buscaste nada, solo tenías problemas

y veías como pasaban las segundos, el reloj cobarde que se burlaba de tu existencia

¿Y la gente de antes?, murió sin siquiera saber que existías

de que sirvió tu gran juego, ¿encontraste algo?

¿amaste algo?, ¿eres feliz, ahora?


Desde el fondo del alma, un pequeño cosquilleo, se convierte en golpe

se hace fuerte, y con la irreverencia de esos años, contesté:


¡Eso, ya lo dejé pasar!