
Los silencios blancos, la incógnita de creerse un cuento
el sabor que deja los besos que no quieres, perderse
despertarse, es horrible, si se cree que el mundo no tiene salida
la luz del sol escapa por la ventana, los recuerdos en la mente
las noches que pasaste hecho un muerto, y los gritos de la calle
los pantalones de la lima estruendosa, los aplausos de las guitarras
mis eternos choques de irreverencia, el escándalo mismo de un tiempo sin futuro
el carnaval libidinoso, de un tenebroso inmediato, sin lugar a donde correr
¡Y nos volvimos locos!...¡locos!
Pasar encima de las cabezas del alto poder
reír de la mierda escrita en un libro, y de las radios enfermas
del gobierno campirano, discutirlo en el remanso de unas piernas blancas
las opciones son pocas, el trío espiritual, te pone a buen recaudo
pero te deja sin vida, sin pecados, y sin libertad.
Los culpables de las calles del centro, y como rezaba el salmón
"espero no haber hecho mal a nadie, necesitaba ser libre"
y si los idiotas de allá afuera nos enseñaran a vivir, que sería
del mundo sin probar el sentido de los días y las noches
sin acariciar el cielo, para estrepitosamente caer
para amar el momento, sin pensar en el segundo que viene después.
Y los sustos de las horas, rezando allá tu vieja, por ti
mientras saltabas en los diarios amarillistas, y te reías de las propagandas sistema
mientras vestías raro, y escuchabas gritos en el mp4
los odiosos sitemas, rezabas, y te reías
y la gente que pasaba a tu alrededor, ni siquiera te miraba
pero necesitabas ser visto, solo para volver a insultar
para volver, y volver por eso, que nunca pudiste encontrar.
Y te despertaste un día, herido por todos lados, volviste
pero no buscaste nada, solo tenías problemas
y veías como pasaban las segundos, el reloj cobarde que se burlaba de tu existencia
¿Y la gente de antes?, murió sin siquiera saber que existías
de que sirvió tu gran juego, ¿encontraste algo?
¿amaste algo?, ¿eres feliz, ahora?
Desde el fondo del alma, un pequeño cosquilleo, se convierte en golpe
se hace fuerte, y con la irreverencia de esos años, contesté:
¡Eso, ya lo dejé pasar!