martes, 8 de junio de 2010

Revelación


Incierto es el día de los cruxificados

pecados andantes de amistad corrompida

deseos carnales del alma naciente,

aquellos sucios callejones de fiebre indolora,

bajo el sol amargo de los ojos más tristes.



Estrella lejana de música muerta,

como si fuera aquella reverencia, los pies de tu dios

los dedos benditos del soplo instantáneo,

las noches inéditas del escéptico amor.



Silenciame, enseñame del tiempo que no vuelve,

dime tú, si puedes volver a callar,

el cuerpo hirviente de recuerdos febriles,

aquellas horas explícitas de fuego en el aire.



Gritame como el loco perdido de los mares lejanos,

el poeta consumado de ceniza ramera,

el cantante sordo con sombrero de paje,

el hombre fantasma que te tiene presente,

y que tú, en horda asesina de cántico épico,

desterraste su cuerpo maltrecho,

hacías el horizonte próximo, del cuartucho recuerdo.



Lo venciste quebrado de olor a mañana,

me encontraste borracho llorando, al pie de tus sábanas

llorando dormido, las horas eternas

hablando del miedo, con tu cuerpo desnudo,

riendo de los chistes fugaces, que me contaran tus senos;

me abrazaste entre las sábanas rojas, dejaste que entrara,

mordiste el anzuelo, que el pecado nos puso.



Despertaste insegura de querer todo,

el tiempo se detuvo un segundo a mirar tus recuerdos,

deseoso de llevarse consigo el mayor de tus errores,

deseoso de volver a pecar, de volver a caer,

lujurioso incesante del eléctrico amarillo,

desterrado profundo de los pecados que hiciste.



Mírame, soy yo, el de ayer,

soy el pecado mismo, que tu religión profetizó,

soy el karma vivo de tu noche negra,

soy el diablo presente de tu historia secreta.



Soy...solo yo. El de la otra noche. ¿No me recuerdas?.