
Sin tranquilo deceso, de una historia inacabable
donde los ladrones infames de nuestras palizas
bordean las calles, encerrándonos
en sus manos aprietan el instinto de nuestra vida
en los bailes sin música acuática
los cuerpos moviéndose al son de la ramera
sin pies, ni mente; enseñándonos en las noches,
que el tiempo no existe,
y tu cuerpo solo se mueve por la angustia de saber que no existes
de creer que lo que flota a nuestro alrededor,
es irreal, y que nada de lo que pasa hoy tendrá efecto mañana
pero, quizás encuentre tus ojos, encuentre la música
y sigas moviéndote para mí,
sin efecto de nada, sin pensar en el día
solos en las noches, con duendes, y demonios
con almas y vírgenes, payasos y juegos artificiales
aquellos que salían corriendo de los antros del centro
y violaban a las niñas indecisas de las esquinas antropomorfas
las piernas sin ropa, y las camas rojas
acostándose y durmiéndolas
así como te pude de haber violado
y tu fingiendo, los ojos desde afuera
las manos en el aire, tratando de tocar no se que
las palabras, y las niñas mirando
porque aprendo de la oscuridad, sin dioses
sin música, sin canciones en las que puedas bailar
y deseo con todo, que aunque no pueda volver
tu sigas fingiendo que te gusta, con las mismas muecas
fingiendo ser la ramera, de las esquinas sin payasos
dibujados en las paredes, y en los pisos
para no tener que buscarte sin encontrar
solo mirar, y esperar,
sin sentido real acerca de lo que pueda ocurrir,
pero con la fe intacta de que aparecerás,
no completa, pero si con lo suficiente.