
En silencio de una boca, cuando sus labios cerrados,
sus ojos cerrados, su alma descubierta
me observaron, desde el extremo infinito
desde las luces aparentes de la noche
las palabras circulando en el aire
sin mucho que pensar, la música al fondo
treinta y seis violines en nota mayor
con complejos de modestia, me miraste
sin rozar tu mano, sin mirarte, ya me había visto
sin la aventura genuina de una noche intransigente
sin los años que se te fueron encima
sin nada de lo que yo pueda ir en contra
sin más que solo tus ropas, tus ojos,
sin más que perder el control
y me preguntaste si quería jugar...
me cogiste de un extremo de la camisa
sin excusas, me condujiste
me tiraste cuando te agotaste
pero ya yo, estaba hecho
sin decir nada, sin nada por que luchar
sin que tu me mires, yo te miré
y te observé, y te amé, y te adoré
sin tantas noches, sin tantos juegos, sin tantas cosas
sin tantos años...
sin treinta y seis violines en nota mayor
y me decían que estaba loco, que me caía
que nunca me vieron de ese modo, solo hizo falta catorce canciones
cinco cervezas, doce cigarros, y una maravilla de noche
para que me diera cuenta de que nunca te tuve, ni nunca estuviste cerca mío
ni siquiera, tan cerca como yo pensé que te había tenido.