
Mintiendo acerca de lo inestable
sin rencor absoluto de lo que has mirado
sola, volteando el tiempo a través de tus dedos
con un inicio de supervivencia, te aferras
a las miradas de los salones infinitos, sin ventanas por donde huir
sola, sin ropa, sin mensajes, y sin tanto alboroto
entre tus cabellos y entre los de ellos,
la sinfónica espantada de misericordia
coge la primera nota de que de tu alma surge
y hace de ella la melodía, que bien podría ser tu réquiem
con soles y menores, sostenidas, y triadas,
con tu carne fundiéndose en las cuerdas;
sin tan solo volverías, sin tan solo quisieras ser parte
sin fueras como todas, ya no tendrías nada de lo que yo pueda mirarte
sin esfuerzos, ni palabras, caerías
como los poemas rotos, sin muerte aconsejable, quemados totalmente
en cuya tinta distante sembraba el poder del mañana
cualquiera que fuese un poco humano.
Con suficiente amor propio por el mundo
inventar miles de segundos de insurgencia maldita
en donde puedas comer, y saciar tu sed de sangre
cantar y alborotar el fuego de las llamas
y saltar de un lado a otro, cual Eva en el Edén
sin Adán que te asedie, sin Adán que te observe
solo los dioses masturbando su eternidad
para dar lo que sea, y poder tocarte.
Aferrado y encerrado en mi mente
sin poder olvidarte
con desiertos en en la oscuridad
sin agua, seco total, sin entrañas, sin nada.