
Mi vos se me vino seca, en la callecita aforme de aquel sueño
el terno negro y las manos siempre limpias
en aquella ciudad que todo lo tenía, y que yo adoraba
en el balaustre, colgando sus faldas, lo que ella mandaba
"Mi amor, solo eres tú"...ella me cantaba asidua, todas las estrellas
su corazón era solo el mar que en los campos llovía
en la callecita de mis sueños...ella me quería
sus manos sobre el viento tocaban.
Sus ruidos en las miles de camas, en el hombre que ella quiere que sea
en los gestos que ella quiere que diga, me convierte en pecado
ella la de carita de ángel, el demonio mío que en las noches me domina
a la mañana siguiente las manos en los pechos golpeados, pidiendo perdón.
Hablando susurros en las iglesias, con su porte de mujer santa
las lágrimas que en mi cuerpo cayeron cuando ella me decía:
"Niño...hay niño", contemplándome el deseo
contemplando la vida, lo que ella solo quería dejar que pasara.
El odio se convertía entonces en la cosa más erótica, divertido
el que pasaba entre sus piernas, caminaba con ella
desde la punta de sus sueños, hasta las mañanas ebrias
desde los besos que me negó, hasta los que me dio sin pedirle nada.
Mi cuerpo se abstraía, en los pecados que ella me enseña
los cinco pecados de sus cuerpo salen, los cinco pecados que todo hombre ama:
El primero que lo encontré en sus caderas
El segundo que me mostró a ser una bestia
El tercero que me hipnotiza si ella me besa
El cuarto que me desgarra con la mirada
Y el quinto, toda ella.