
Aprendo de lo que me hace constante
aprendo a ser el mismo todos los días
busco en tu mirada el sol que de la luna se esconde
y aprendí también a querer verte
Sé el momento en que la luz
cae distante entre tus ojos
divagantes títulos profundos,
llenos de sangre y amargura
Aprendo de el sol, y él me enseña
entre los verdes prados de misericordia
entre su calor penetrante
en el que hasta los más fríos días no olvidan
De que él se buscaba entre la luna
de que él amaba al mar amante
caía sobre él en cada tarde
cuando tu cuerpo sobre mis manos ardía
Y quemaba la culpa ardiente
tanto era el tormento aislante
como un bar de jazz sin piano
o yo sin tu cuerpo matando a mi mente
En el llanto que en la tarde se oía
sobre la música palpitante que mis manos tocaban
yacía inconsciente una triste esperanza
que se abría paso entre las penas
que tu cuerpo celaba
Que veía morir a tantos momentos de los cuales
ahora ya no existe nada, de los cuales
solo a quedado el mustio ocaso
en la misma pradera, en la misma calle
que tu cuerpo ardiente olvidaba