
Mi primer disfraz azul de mis años
sin ver más allá de los que acontece,
sin ruido permanente fastidiando
la música sensible acaba con los perdones;
los puntos inacabables, de los ojos en el fondo de los sueños
aquellos preciosos, de los veranos inolvidables.
La muerte rondando, con manto oxidado de esperanzas
promesas sórdidas, que se le fueron cayendo en el viento,
sus piernas frágiles de los pasadizos fúnebres,
los mantos verdes, sencillos, flotando en el tumulto de voces;
la noche se me acerca discreta, con hadas de luces
con repentinos cuentos,
y ojos blancos, como el alma.
Las mariposas de mi ventana caída, los barrotes llorosos de la lluvia
allí afuera, esperando el febril estado de mi esperanza,
para comer, para llevársela,
desdeñosa de sí misma, sin más que el sonido pudiente,
del que canta las bocas de los que me acompañan;
ellos los sin ánima, suya siempre me acompaña
¡Canten, canten para ella!
Se me caen las manos del sueño, los pies rojos
se me acerca más el sonido a los sueños
el alma se me vuelve, me aprisiona,
me abraza contra ella misma, me hiere, en sus manos
la sangre, contra el suelo;
los pasadizos fúnebres con los mantos verdes me sonríen
devuelvo mi sonrisa, devuelvo mi vida
Tómala, llévame al mundo de las almas.